sábado, 12 de julio de 2014

Cuatro putas

Hoy les traigo la entrevista que Dña. Hibai Arbide Aza, periodista de Diagonal, realizó a cuatro mujeres que ejercen la prostitución sobre aspectos concernientes a su trabajo, a los problemas del día a día que confrontan, a la percepción social de la prostitución y al posible abordaje legal que podría tener.

Como comenta al comienzo, considero que nadie puede explicar su situación y deseos mejor que ellas mismas. Ya sabéis que la política de este blog ha sido siempre dar voz a todas las partes, independientemente de sus planteamientos, pero particularmente centrándose en las prostitutas y su entorno más inmediato debido a dos motivos fundamentales. En primer lugar, porque entiendo que el conocimiento que puedan tener de esta realidad va a resultar con una alta probabilidad mucho más completo y preciso que el de autoproclamados "expertos" que no han salido de sus despachos. Que si queremos saber qué es y cómo funciona la prostitución lo que hay que hacer es acercarse a quienes la viven. Puede parecer una obviedad pero creedme, no es así. Determinados posicionamientos hacen precisamente lo contrario.

En uno de los carteles en esta concentración de prostitutas podemos leer "Las voces de las prostitutas no serán silenciadas". Constantemente somos testigos de los esfuerzos que se hacen para prescindir de las perspectivas que puedan aportar los actores principales de la prostitución. Nos dicen que las putas están "alienadas" y enfermas, que los empresarios son unos cabrones que ocultan oscuros intereses y que los clientes no podemos pensar en otra cosa que en satisfacer nuestras más primarias pasiones. Yo creo que hay mucha gente que habla sobre este tema y no tiene NI IDEA, pero no por eso les censuro ni les difamo, antes al contrario deseo que abran la bocaza para que evidencien su ignorancia. Sólo pido que antes de opinar hagan el favor de escuchar a unas cuantas prostitutas, si es posible mejor en vivo y en directo. No es una exigencia ni descabellada ni demasiado difícil de satisfacer como puede atestiguar la autora de la entrevista que les traigo en esta ocasión.



En segundo lugar, y esto es algo derivado del anterior punto, porque han usurpado la voz de quienes se encuentran en contextos de prostitución. El problema no es que quienes aparezcan en los medios sean políticos, portavoces de la policía, periodistas, feministas, académicos o juristas y monjas como en el programa que Arbide menciona. Si eso está muy bien, lo aplaudo, esas personas también inciden en esta realidad y por supuesto que han de ser tenidas en cuenta... pero no SÓLO ellas. Porque no está ahí alguna prostituta para que podamos contrastar el discurso de los invitados de la SER, o si por alguna razón no pueden (espero que no sea que no quieran) coincidir con ellas no se hace otro programa en el que cuenten con sus testimonios. No, es que no aparecen. Y no es que no quieran dar su opinión, sino que muy poca gente parece verdaderamente interesada en conocerla. Algunos medios, de hecho, parecen principalmente preocupados por excluirlas del debate.

Pero además este texto tiene un valor añadido extra, algo que soy incapaz de aportar: su autoría. Viene firmado por una mujer, de conocida trayectoria feminista y políticamente de izquierdas. De hecho es periodista de Diagonal, periódico sucesor del extinto "Molo" y de tendencia anarka. Vamos a decir las cosas claras: no creo que una persona por el hecho de ser mujer tenga mayor credibilidad que un hombre al tratar temas "de género", ni opino que por ser ella periodista necesariamente aborde el tema con mayor objetividad que un "putero" y, por supuesto, me cisco en esa supuesta superioridad moral de las izquierdas de acuerdo a la cual se arrogan en exclusiva la sensibilidad social. Sin embargo existe un importante número de personas que no piensan así. Soy totalmente consciente de que, ante determinado público, arrastro un enorme déficit de credibilidad y probablemente desestimen de plano todo lo que diga. Aunque pienso que "la verdad es la verdad la diga Agamenón o su porquero" muchos no comparten esta afirmación y creen en los argumentos "ad hominem". Está bien, ¿pasan de mí? Bueno, entonces les traigo a alguien a quien hagan más caso. 

Por supuesto pueden Y DEBEN dudar de todo lo que les digan. Pero al menos háganlo teniendo testimonios de primera mano como los que Hibai y yo tratamos de acercarles.



Hablamos con cuatro putas sobre trabajo sexual, estigma, trata y legalización de la prostitución.

Por: Hibai Arbide Aza, martes 10 de junio de 2014

“El único problema real que hay hoy es que el ayuntamiento se ha empeñado en hacer políticas que favorecen la especulación. Aquí encontró una mina de oro para especular y por eso nos quieren sacar de aquí. Realmente no es porque nosotras seamos problemáticas. La prostitución no es lo que degrada el barrio, a diferencia de lo que tratan de hacernos creer.”

Pongo la radio mientras desayuno. El presidente del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco Juan Luis Ibarra y la monja María Luisa del Pozo hablan sobre la reinserción (sic) de prostitutas en la SER. Reinserción. Al parecer, las putas están fuera de la sociedad y hay que facilitarles su re-entrada. Escucho al juez decir que la mayoría vienen voluntariamente pero los intereses de la deuda contraída son tan altos que no los pueden pagar y se ven obligadas prostituirse. Eso es trata de mujeres”.

El simplismo del magistrado me crispa. Eso no es trata, pienso mientras apuro el café, eso es capitalismo; es la economía de la deuda de la que habla Silvia Federici. Todas trabajamos para pagar las deudas que nos vemos obligadas a contraer para vivir. Entonces me acuerdo de mi libro de cabecera respecto al trabajo sexual, Los pasos (in)visibles de la prostitución: estigma, persecución y vulneración de derechos de las trabajadoras sexuales, de la editorial Virus.

Tengo la tentación de escribir un artículo para explicar que, en realidad, puta es como se califica a cualquier mujer que no se pliega a las imposiciones del patriarcado. La promiscua, la libre, la divorciada, la madre soltera, la lesbiana, la segura de sí misma, la que aborta, la que se apoya más en sus amigas que su marido, la que decide criar a sus hijos según su criterio… Y, por supuesto, la profesional del sexo.

Luego me doy cuenta de que ese artículo es banal; es mucho más interesante que hablen ellas. Así que entrevisto a Sandra, Janet, Verónika y Paula. 

Lo repito y seguiré haciéndolo hasta que queden claras las cosas. ¿Queremos hablar sobre prostitución? Perfecto. Paso número uno: escuchen a las prostitutas. Después de ahí ya vendrá lo que quieran. ¿Pero creen que los invitados que la autora menciona, del programa de la SER, lo han hecho? Las instituciones y asociaciones que "ayudan" a estas mujeres suelen indicar, alucinadas, cómo "no se reconocen víctimas". Y es que en ninguna cabeza normal, menos en la de las prostitutas que suelen gozar de un envidiable sentido común, cabe catalogar como "víctima" a quien ejerce una actividad voluntariamente deseando obtener una ganancia económica por ello como afirmó el presidente del TSJ del País Vasco. Eso es hacerse trampas en el solitario, si a la prostitución voluntaria la llamamos "trata" claro que nos salen unos porcentajes espeluznantes. Pero esa definición es engañosa, distorsiona la percepción social y lo peor de todo es que no resulta útil para localizar el delito y perseguirlo. Lo que yo digo es lo que también sostienen las asociaciones de trabajadoras sexuales como la argentina AMMAR (en la imagen).



Sandra es un pibón que arrasa en Twitter gracias a su afilada lengua, que no se suele morder a menudo. Transfeminista insurrecta, no te va a gustar cruzarte con ella si eres abolicionista o si tienes la costumbre de decirles a las mujeres qué es lo que tienen que hacer con su cuerpo. Ejerce en un piso compartido con otra chica, aunque también realiza salidas a hoteles. Anuncia sus servicios y contacta con los clientes a través de la red.

A Janet la vi por primera vez en el escrache a Mercé Homs de hace unos meses. Me impresionó aquel discurso sobre vulneración de derechos de las trabajadoras del sexo y urbanismo, tan suave en las formas y cañero en el fondo, que dejó callada a la regidora. Empezó en un club, siguió en un topless, luego en un apartamento y más tarde, casi por casualidad, encontró lo que le gusta: la calle.

Verónika Arauzo, La Vero, es activista independiente, transfeminista y presidenta en funciones de la asociación de Profesionales del Sexo de Catalunya [1]. Ha trabajado de todo: scort, dómina, en casas a porcentaje, de puta de calle…

Paula es una coqueta rubia de treinta y tantos a la que conozco hace años. Siempre me ha parecido una persona extremadamente sensata, divertida y agradable. Después de esta entrevista, me parece aún más interesante. Ha trabajado en la calle, en cabaret, clubs, saunas, de encargada de pisos, alto standing, en bajo standing, clase bajísima… Ya no es prostituta y no lo echa de menos.



Prostituta, trabajadora sexual, puta, acompañante, scort, call girl… ¿Cómo prefieres que te llame? 

SANDRA: Prefiero y suelo definirme como puta. Lo veo como una forma de reapropiarnos del término, de darle la vuelta, haciendo así que las acepciones negativas que arrastra pierdan su fuerza.

JANET: Por regla general, no me gusta ponerme etiquetas. En nuestra profesión no hacen falta; quien es abogado no va con un cartel que diga que es abogado. Pero no me ofende si me dicen puta o trabajadora sexual, no tengo problemas respecto a mi profesión. Sé lo que soy, sé que esto me permite mi subsistencia y no reniego de la mano que me da de comer.

VERO: La cuestión clave es que somos profesionales del sexo. Esto incluye a mucha gente, sin distinción de género: desde quien trabaja en el teléfono erótico a la puta de calle, pasando por las variables en Internet, la pornografía… Es decir, cualquier ejercicio profesional cuyo fin sea la excitación sexual destinada al consumo, ya sea mediante la interacción física o no.

PAULA: Para mí no es importante. Una etiqueta sólo es una etiqueta. Sé que a otra gente le parece relevante, pero a mí no.

Existen muchas formas de referirse a las prostitutas, generalmente muy despectivas (furcia, lumi, guarra...) Pero la peor de todas es también la más conocida: PUTA. Desde un feminismo heterodoxo y reivindicativo se propone rescatar el término, no tomarlo como algo humillante que hay que evitar sino como una palabra de la que sentir orgullo. Convertir el insulto en elogio. Y al menos para mí lo es: como afirma Hibai la puta es la mujer libre que hace lo que quiere, cuando quiere, como quiere, con quien quiere y donde quiere.



¿Has sentido el estigma de ser puta? 

PAULA: Yo siempre me he sentido empoderada y haber trabajado como prostituta ha forjado mi autoestima. Estoy muy segura de mí misma. Pero al mismo tiempo, he vivido muchos años el estigma de ser puta. Yo me eduqué en una escuela católica privada… Siempre me incomodó explicar a mi entorno social que era trabajadora sexual, pero nunca lo oculté porque me di cuenta de que me empoderaba decirlo. También ha influido en mis parejas, a las que nunca se lo he ocultado. A la mayoría de los hombres les da miedo. A los tíos les cuesta aceptar que su pareja sea prostituta.

SANDRA: Al principio me sentía muy sola. Llevé una doble vida durante unos meses, hasta que decidí contarles a mis amigas más cercanas y a algunas de mis familiares que ejercía. Aún hoy, algunas personas de mi entorno no lo saben. Las personas más cercanas me respetaron pero las demás intentaron hacerme creer que estaba haciendo algo terrible cuando en realidad sólo estoy teniendo relaciones sexuales consensuadas con otras personas adultas a cambio de dinero. Eso es lo peor de ejercer la prostitución: el estigma.

JANET: Tenemos un cliché marcado. Se creen que somos personas viciosas, con problemas de drogas, con problemas en el ámbito familiar… Creen que somos lacras sociales. Yo reniego de ese cliché y de otros: tampoco tenemos que ir con lápiz de labios rojo, los pechos fuera y minifalda. Yo llevo trabajando en esta profesión y en otras 30 años. Siempre he trabajado como prostituta. Tengo cotizados 28 años a la seguridad social y ha sido un complemento. Otro estereotipo que hay que romper es el de los clientes: los señores que vienen a nosotras no son pervertidos.

VERO: El estigma puta es alimentado por numerosas instituciones y convenciones sociales. Parte de no querer reconocer el derecho de autodeterminación de cada individuo y, en concreto, el derecho a disponer del propio cuerpo de la mujer. Porque el estigma se da en las mujeres, del estigma masculino no se habla, es una gran realidad silenciada. Cuando un hombre insulta llamando “puta” no insulta a la mujer que cobra sino a la que él considera una mujer degradada, fácil, follable, sin valores… Ahora bien, en mi caso el estigma que me ha marcado ha sido el de ser trans. Cuando fui capaz de superar aquel, el estigma de ser puta me dio bastante igual. Creo que esto es algo habitual en las trans. A las trans se les presupone automáticamente que son trabajadoras sexuales; nadie piensa que una pueda trabajar en un banco… porque de hecho en España no hay ninguna trans trabajando en un banco. Hay muy pocas excepciones, la mayoría no desempeñan puestos de responsabilidad, trabajan como putas. Si al ser trans le sumas ser emigrante, no hay duda: es puta. A la mayoría de las compañeras trans que entran legalmente en Europa como turistas las paran en el aeropuerto porque son putas. Las trans, al parecer, no tenemos el derecho de viajar para ir de vacaciones.

Todas las prostitutas coinciden en este punto: una de las peores consecuencias de ejercer la prostitución es el estigma, es decir, el menosprecio social que automáticamente recae sobre ellas (y su entorno, Janet también habla de los prejuicios ante los clientes). Suelo decir que "otra prostitución es posible", que podemos conseguir ir eliminando poco a poco este rechazo hacia el trabajo sexual (lo que denominamos "la normalización social de la prostitución") acabando así con la fuente del malestar de muchas personas. A pesar de que no se produzcan cambios legales, me parece que un poquito más de tolerancia no le vendría nada mal a nuestra sociedad. 



¿Has elegido libremente tu oficio? ¿Qué opinas de quienes equiparan prostitución y esclavitud sexual? 

JANET: Evidentemente, me siento libre. Nadie empieza a ser prostituta como quien dice “voy a la universidad a hacer tal carrera”. Se entra por necesidades lógicas, que son económicas, y yo he tenido la suerte de vivir en un ambiente amable, nada hostil. En la prostitución, para entendernos, tú eres tu propia empresa. La mayoría de la gente, cuando entra en una empresa con 20 años, es becaria… Nosotras con 20 años somos directivas de una empresa que gana muchísimo dinero. Cuando llegamos a los 50 nos convertimos en el felpudo de la empresa… Es lo inverso al proceso de la mayoría de la gente. Pero eso no significa que a mí no me dé una libertad económica que no tendría si trabajara en otra cosa con un sueldo de 700€. El alcalde, Señor Trias, dijo que la prostitución es la esclavitud del siglo XXI… Yo digo que la mayor lacra del siglo XXI es la ignorancia y él es un ignorante.

SANDRA: Sí, es un oficio que he elegido libremente, que me ha aportado muchas cosas buenas y que me gusta. Si no, no lo ejercería. Soy yo la que elige cuándo, dónde, con quién y por cuánto. Al contrario de lo que muchas personas creen, soy yo quien pone las reglas y quien controla la situación. Decir que todas las prostitutas somos víctimas de trata es una mentira que invisibiliza a quienes ejercemos libremente y es un gran error si realmente quieren detectar y ayudar a las verdaderas víctimas.

PAULA: A mí nunca me gustó ser prostituta; en mi caso ha sido una imposición cultural que tiene que ver con el machismo, el patriarcado y la construcción social. Aunque eso sí: en mi trabajo el poder lo he tenido yo, la que les ha dicho a los hombres qué hacer y qué no hacer, la que cobra… siempre he sido yo. He intentado crecer dentro de mi trabajo. Ser una buena prostituta y ser una buena persona. Mi trabajo me ha dado mucho, he aprendido un montón de la vida y de los hombres que han estado conmigo. Siempre he intentado que sea bonito y he tenido la suerte de encontrar a gente bonita. No me refiero a gente guapa, ya me entiendes… ¡Aunque también me he tirado a cada tío… y he disfrutado como una cerda! ¿Si he trabajado libremente? La libertad que esta sociedad te da. Nadie trabaja libremente en un contexto capitalista. En el contexto laboral, cultural y social en el que vivimos, a casi nadie le gusta el trabajo que hace. Yo no es que me viera obligada, sino que fue la salida que tuve para vivir una vida holgada. Estos últimos años no, porque estoy cansada, pero he tenido una vida preciosa y el trabajo sexual me ha dado todo: viajes, vivir en barrios caros… He conocido a muchas mujeres muy inteligentes que han elegido libremente ser prostitutas.

VERO: Yo siempre he trabajado como autónoma. Todos los trabajadores que estamos en la APSCat somos independientes y tenemos la finalidad de que el trabajo se desarrolle como autónomos o en forma de cooperativa bajo contrato mercantil. Nuestra finalidad es confrontar a la industria del sexo, para acabar con su explotación. Cuando hablo de “la industria del sexo” me refiero a la industria pornográfica, a locales, burdeles, casas… A cualquier estructura creada para que un empresario se enriquezca mediante los servicios sexuales que presta otra persona. La pornografía mainstream es la gran educadora sexual de nuestro tiempo; cada vez consiste menos en “nos corremos” y cada vez más en “me corro yo, hombre, y si hace falta se corren 80 coleguitas más al mismo tiempo y tú, mujer, debes conformarte y ser feliz con que te caiga en la cara y en la boca”. La industria del sexo es un legado del patriarcado que debemos destruir.

Una de las estrategias que contribuyen a fomentar el estigma y a mantener el mundo de la prostitución en los márgenes de la sociedad es la asunción de que buena parte de quienes ofertan servicios sexuales son, en realidad, "esclavas sexuales" empujadas a prostituirse contra su voluntad. Afortunadamente cada vez más gente se va dando cuenta de que esto no es cierto. Ahora hace falta que den un paso más y vean el interés que tienen quienes nos cuentan semejantes historias en que nos las creamos. Si es una milonga... ¿por qué nos la cuentan? ¿Es ignorancia, como afirma Janet? ¿Podemos creernos que una persona con tantas posibilidades para saber cómo son las cosas de verdad siga manteniendo una opinión equivocada? ¿Creen que cuando los políticos nos engañan lo hacen porque desconocen la realidad? ¿O cabría la posibilidad de que estuviesen mintiéndonos con pleno conocimiento de lo que hacen?



¿Qué ventajas e inconvenientes ves a trabajar en la calle, en casa o en un club? 

VERO: La cuestión no es tanto si trabajas en la calle, en un piso o en un club como si eres independiente o hay un empresario que te explota y enriquece con tu trabajo. Cuando estás contratada por un empresario, no tienes libertad para decidir respecto a prácticas y clientes. La diferencia además es que, cuando trabajas para un tercero, al no existir una legislación a tal efecto, la realidad es que estamos en una situación de ausencia de derechos respecto a la empresa y, por ende, de explotación a la trabajadora sin derechos.

JANET: La diferencia es la libertad. En la calle yo decido cómo, cuándo y dónde, mientras que en un piso tú estás obligada a ciertas cosas. Cada casa, cada empresa, impone sus normas y tú las tienes que acatar. En la calle no; yo voy y vengo cuando quiero… Aunque antes tenía mayor libertad, ahora es el acoso policial el que me la coarta. Me veo obligada a hacer de 10 a 12 horas diarias para tener un sustento, pero no es por la falta de clientes, sino por el acoso policial que sufrimos desde la aprobación de la ordenanza del civismo hace 8 años. Antes trabajaba dos horas por la mañana y dos horas por la tarde y los fines de semana no aparecía. Ahora nos obligan a concentrarnos a todas las chicas en 100 metros (antes estábamos repartidas por las calles San Ramón, Sant Pau, Ronda Sant Pau…), lo que dificulta enormemente nuestro trabajo. Esta parte de la calle Robadors es como una gran familia. Nos conocemos desde hace tiempo, todos interactuamos entre nosotros —clientes, vecinos, nosotras…—. El único problema real que hay hoy es que el ayuntamiento se ha empeñado en hacer políticas que favorecen la especulación. Aquí encontró una mina de oro para especular y por eso nos quieren sacar de aquí. Realmente no es porque nosotras seamos problemáticas. Los vecinos se quejan del ruido y de la suciedad… como en cualquier otro barrio de Barcelona, eso no lo causamos nosotras. La prostitución no es lo que degrada el barrio, a diferencia de lo que tratan de hacernos creer.

SANDRA: La ventaja de trabajar en la calle es que, si vas por libre, eres tú quién decide cómo trabajar y con quién, pero tiene bastantes inconvenientes: la policía, la violencia institucional que llevan a cabo las administraciones a través de las ordenanzas municipales que han puesto en marcha en todo el estado español, la falta de espacios donde poder trabajar tranquilas y más seguras, limpias, con sitios en los que puedan descansar, correctamente alumbradas, con buenos accesos, etc. Los inconvenientes de trabajar en un club son que no eres tú quien decide, sino el dueño del club, y él es quien te dice cuánto trabajar, por cuánto, qué hacer, cómo, etc.

PAULA: Cada una tiene sus ventajas. La calle es la parte más dura, más difícil, pero más autónoma, más independiente y, desde mi perspectiva, también más revolucionaria. Trabajar en pisos es un poco más elitista, más bonito. No te tratan mejor que en la calle pero te sueles sentir más glamurosa, es un poco más pijo todo. Aunque toda prostitución tiene su parte de glamour y su parte de tristeza, también la calle. El tiempo que he trabajado en la prostitución siempre he encontrado clientes muy amables, en todas partes.

Otra de las cuestiones que también resultan recurrentes es la del ejercicio callejero de la prostitución. Como nos cuentan las chicas, es una manera de no depender de ningún intermediario lo que conlleva un ejercicio más libre, independiente y autónomo del trabajo sexual. Por eso me declaro un decidido partidario de esta modalidad. Sin embargo es la que también, por su visibilidad, llama más la atención y de la que se dice que origina más inconvenientes. Pero la mayoría de los problemas no provienen en sí de las prostitutas, sino de la falta de tolerancia de un ínfimo sector de vecinos que son quienes dificultan la convivencia.



Un tópico muy extendido es considerar a las escorts o “prostitutas de lujo” trabajadoras libres, pero asociar a las trabajadoras que ofrecen sus servicios en la calle al proxenetismo y las “mafias”. ¿Qué opinas de ello? 

SANDRA: Estos tópicos tienden a perseguir y estigmatizar a las trabajadoras sexuales que hacen la calle y tienen un claro tufo xenófobo, ya que la mayoría de quienes ejercen la prostitución en la calle son inmigrantes.

PAULA: Lo que yo he visto es que cuantos menos derechos reconocidos tiene una persona, más fácil es explotarla. La prostitución no es delito pero hay multas a clientes y trabajadoras sexuales. Además, si eres inmigrante te pueden expulsar del país. Así que cuanto más vulnerable seas, más fácil será que seas víctima de la trata. Lo que yo he visto es que es en los clubes, donde las chicas están encerradas, es donde están más tratadas. En la calle se pueden dar casos, pero menos. Hay una asociación de empresarios de clubes de alterne que obviamente no va a decir públicamente que está a favor, pero todo el mundo sabe que han trabajado con mujeres en situación de trata.

JANET: Lamentablemente, ni todas las escorts, ni todas las que están en un club son libres. En España no había grandes mafias que se dedicaran a explotar la prostitución; es un fenómeno de las últimas dos décadas. El barrio chino (El Raval) era el lugar en el que ejercían las prostitutas mayores. Llegabas aquí cuando cumplías 40 años, no con 20. Yo empecé en la calle con 42 años al constatar que ya no podía ejercer en ningún otro lado, con la carga de tener dos hijos a los que mantener. Cuando se abrieron las fronteras dentro de la UE, el barrio chino se convirtió en un foco de mujeres víctimas de trata, pero hoy en día, aunque lamentablemente no podemos decir que se haya eliminado, no es como en esa época. Hoy hay cuatro familias que tienen explotadas a varias mujeres, que son sus parejas.

VERO: Muchas de las trabajadoras de calle son gente que funciona de manera independiente. No tienen jefe ni nadie que les explote y han elegido ejercer libremente. A diferencia de las escorts, que todas tienen un agente que es el que les consigue los clientes a cambio de un porcentaje. Depende de los países: en los que está legalizado, el máximo que se puede llevar una agencia es un 30%, aquí el mínimo habitual es el 50%. Así que cuando oigas esos precios tan fantásticos de la llamada prostitución de lujo, ten en cuenta que, de 500 euros, la trabajadora sólo se lleva 250. Por un lado se proyecta una imagen fantástica, pero te están chuleando viva.

Las prostitutas y sus aliados denuncian que las campañas antitrata perjudican a las trabajadoras sexuales precarizando sus condiciones laborales y privándolas de derechos. De hecho, algunos nos estamos preguntando si esta insistencia en vincular la prostitución con la trata y las mafias (que las hay, pero de forma muy distinta a cómo nos cuentan) no responderá más al interés de encubrir los ataques contra TODA prostitución, y por tanto las personas que la ejercen, que a un sincero deseo de perseguir el delito o asistir a quienes sufren abusos.



¿Crees que la legislación actual es eficaz para acabar con la trata? 

VERO: La legislación actual tipifica la trata como delito pero, en la medida en que reconoce a la industria como agente económico, no puede hacer efectiva la persecución de la trata. Sólo se persigue el ejercicio en la calle. Además, los clubes pagan impuestos… Y quien paga, manda.

SANDRA: Las ordenanzas que acosan, persiguen y criminalizan a las putas que trabajan en la calle y que a la par espantan a sus clientes a base de multas no ayudan; todo lo contrario. Si multan a los clientes, multan a la trabajadora sexual. Ellas son las más perjudicadas, ya que se ven obligadas a esconderse más y, por ello, a trabajar en situaciones de mayor vulnerabilidad.

PAULA: Es evidente que policías y políticos hacen la vista gorda la mayoría de las ocasiones. Lo que yo me pregunto es por qué los clientes no dicen nada. Ellos saben que una chica que está en situación de trata no proporciona las mismas sensaciones que una chica que es autónoma. A una chica explotada se le nota, tiene miedo, está asustada… ¿Por qué los clientes siguen yendo a lugares donde se explota así a las mujeres? ¿Cómo puedes ir a un sitio en el que sabes que hay chicas esclavas? Esos clientes son cómplices de estas situaciones.

JANET: La legislación actual no es eficaz para acabar con la trata. El problema de todas las mafias es el dinero; si cortas el cauce del dinero, acabas con la mafia. Como sabrás, ha habido tres macro-redadas y juicios aquí, en El Raval, supuestamente contra la trata. El Tribunal Supremo ha ratificado en marzo la sentencia que absuelve a todos los proxenetas sabiendo que maltrataban, vendían mujeres, las obligaban a trabajar 24 horas, las encerraban… Y aquí no pasa nada. Habría que analizar los maletines que se han movido entre despachos en esos tres casos, ver quién se ha enriquecido.

A pesar de que la "lucha contra la trata" parece ser una clara prioridad de nuestras autoridades políticas y policiales, no parece que logren grandes éxitos contra ella (algo que reconocen incluso los abolicionistas). ¿Fallará algo en la legislación? Pues no. Ni lo creo yo ni estas prostitutas del Raval que muestran su rechazo a las medidas que, bajo la excusa de "combatir la trata", ha implementado el hay-untamiento. Como he dicho el fantasma de la "la trata" no es mas que el espantajo creado para justificar la persecución de la prostitución libre y voluntaria.



¿Qué se debería hacer para que las trabajadoras del sexo tuvierais derechos? 

JANET: Lo primero sería hacer visible lo invisible. Reconocer que existimos, que somos un colectivo laboral y que, por muy políticamente incorrecto que les suene, la realidad es que estamos aquí: somos mujeres que hemos decidido, por la razón que sea, ejercer. La única manera lógica de regularizarlo es contando con las trabajadoras, sin intermediarios.

SANDRA: Creo que lo que hay que hacer es reconocer en las leyes laborales que la prostitución es un trabajo y por ende regular los derechos laborales y sociales derivados de ello, igual que sucede con el resto de trabajadoras.

PAULA: Existen tres modelos: el prohibicionismo, el abolicionismo y la regularización. Ninguno de ellos me convence. En realidad, yo lo que quiero es el reconocimiento de la profesión, en tanto que profesión. A partir de ahí, en la medida en que estoy en contra de la explotación laboral en todos los trabajos, también estoy en contra de este. Es un trabajo que tiene una parte emocional, que implica una parte de cuidados hacia otro ser humano, no es un trabajo simple… Habría que crear una estructura que nos reconociera la posibilidad de tener prestaciones sociales, de jubilarnos —la prostitución es una profesión que dura pocos años—, de estar de baja por enfermedad… Deberíamos construir algo nuevo.

VERO: No estoy a favor de la regularización sino de la legalización. Nuestro modelo legalista trata de quitarle el máximo de poder posible a la industria del sexo. Defendemos que se ejerza únicamente como trabajo autónomo o como cooperativa de trabajo asociado bajo contrato mercantil y que se limite la cantidad de personas que pueden asociarse en una cooperativa, eliminando las grandes estructuras. Así, se elimina la posibilidad de fraude y de que, a través de falsas cooperativas, se refuerce a la industria del sexo. Hace unos años, presenté junto a Justine Abellán un proyecto de legalización de trabajo sexual a la Generalitat, nos rompimos la cabeza para que fuera un proyecto viable y práctico. Pues resulta que este proyecto ha desaparecido en algún despacho; se traspapeló y nadie ha vuelto a saber nada de él.

Si la trata es la cruz de la prostitución, la cara es el reconocimiento de derechos. Las políticas que se tomen al respecto sólo pueden ir en una de las dos direcciones, o medidas policiales o sociales. La pancarta que encabeza esta manifestación de prostitutas indias no puede ser más clara y expresa sin ningún género de dudas sus exigencias. En todos los países dicen lo mismo, llevan muchísimos años haciéndolo, pero todavía cuesta mucho que la sociedad las escuche.




2 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente su ensayo, porque creo que va maás allá de un simple texto o entrevista.
Yo soy puta hace 26 años y estoy en proceso de retirarme. Soy lo que llaman una puta de lujo y he ganado suficiente dinero para adquirir propiedades que me permitirán vivir holgadamente el resto de mi vida.
Amo mi profesión y me retiro porque todo llega a un final y hay que cederle el campo a las putas jóvenes para que sean como nosotras.
Yo estoy orgullosa de ser puta y me agrada que me llamen Puta como hacen la mayoría de mis familiares, clientes y amigos. El nombre Puta es llevar encima no un estigma sino rendirle homenaje a las miles de mujeres que ejercen la profesión.
Yo no quiero que nadie me salve ni me libere. Ya me salvé y liberé yo misma cuando decidí ser una puta, una profesional del sexo, por convicción o vocación.
Muchos hablan sobre nosotras pero no nos dejan hablar porque seben que muchas les diríamos:
-Déjennos ser putas en paz./

Cliente X dijo...

Mira, he logrado hablar en confianza con algunas abolicionistas (principalmente cuando desconocían que yo era cliente... digamos que no doy "el perfil" que tienen en mente porque soy joven, sin "taras", y además durante muchos años me moví en círculos políticos de izquierdas) y me lo reconocen. Que saben que ejercéis voluntariamente, que los clientes os tratan bien y que en general estáis a gusto haciendo lo que hacéis.

No han sido muchas las abolas con las que he podido trabar tal confianza (siendo sincero, han sido apenas dos), pero resultan significativas por ser personas con gran visibilidad y prestigio dentro del movimiento abolicionista.

Pero creo que se mantienen en su discurso por dos motivos. Uno, por asco hacia la prostitución. Lo que una autora llamaba algo así como la "política del puagggh". Tenemos un grave problema de intolerancia, no pocas personas vean a las chicas (y a quienes estamos en contacto con ellas) como verdaderas apestadas.

Y dos, por los beneficios económicos derivados de ello. Laura Agustín se refiere a ello como "la industria del rescate". Hay mucho, PERO MUCHO dinero en juego. Existe un claro interés de las administraciones públicas por financiar y sostener a estas organizaciones. Y es que son una excelente inversión, pues apenas les cuestan una fracción de lo que les hacen ganar. Que las abolicionistas sean conscientes o no de ello, es decir, cómplices conscientes o meras tontas útiles ya es algo que resulta discutible.