jueves, 4 de octubre de 2012

Angélica Villón defiende el trabajo sexual

“Nosotras somos personas dignas que no tenemos (nos da) vergüenza de lo que hacemos, que hemos elegido de manera autónoma ejercer el trabajo sexual como proyecto”
Pensamos que la solución a nuestro gran problema es que el Estado nos pueda reconocer como lo que somos, trabajadoras, no queremos nuevas leyes. Sólo queremos reconocimiento
Lo que nosotras pedimos es un marco legal que legalice y que acepte nuestra actividad como un trabajo

Dña Ángela Villón Bustamantepresidenta de la asociación 
de trabajadoras sexuales del Perú "Miluska Vida y Dignidad"



La semana pasada habíamos visto como una ex prostituta, Sonia Sánchez, criticaba duramente la prostitución mostrándose contraria a su reconocimiento legal. La daba igual que fuese voluntaria o forzada, de adultos o menores, que se desarrollase en mejores o peores condiciones: el significado inherente a la prostitución era inadmisible, por eso hace varios años escribió una carta en la que -a pesar de reconocer que "la trata no existe"- reclamaba acabar con "la explotación sexual" mediante medidas represivas, persecutorias y criminalizadoras.

Al contrario que tantas otras abolicionistas, cuya actividad es el derecho, el periodismo, la política, etc y no tienen ni idea de esta realidad, Sonia sí conoce este mundo por dentro. Ejerció la prostitución de calle, la que se suele considerar más desagradecida, y fue por motivos estrictamente económicos. Dejó esta "mala vida" y desde entonces se ha convertido en una de las activistas antiprostitución más entusiastas. Entonces, ¿esto le viene a dar la razón a quienes pretenden erradicar la prostitución?

Pues no seré yo quien lo diga, a pesar de que mis simpatías y afinidades son evidentes no pretendo imponer mi punto de vista. Eso sí, lo que haré siempre es ofrecer la información tan veraz y plural como sea posible para ayudar a que sean ustedes quienes conformen su propio criterio. Postura que por cierto, he de hacer notar, no comparten los abolicionistas tan acostumbrados a censurar, ningunear y silenciar los planteamientos contrarios.

Angélica, al igual que muchísimas otras prostitutas de todo el Mundo, se opone a las actuaciones del poder público que precarizan su situación. En la imagen, varias de ellas en una protesta en Francia. 



Lo que hoy les traigo es el testimonio de otra ex prostituta, que trabajó en condiciones similares a las de Sonia (en la calle en latinoamérica y abocada por la pura pobreza) y cuya posición contrasta fuertemente con la que hemos escuchado con anterioridad. Hago esto porque es sencillo defender una regulación de la prostitución atendiendo a lo que nos cuentan señoras como Valerie Tasso, Paula VIP o Mireia Exclusive (escorts de más o menos alto standing, conocidas en España porque han salido en los medios), pero no son muchas las "mujeres de la calle" que alzan su voz. Bueno, tenemos unas cuantas como Nereida Lakuló "la rucksa", Vanessa Vera o la incombustible Marga Carreras; de hecho la única prostituta "anti-prostitución" (y, además, con planteamientos sumamente moderados ya que es contraria a cualquier medida sancionadora) de quien tengo noticia en España es Marta Elisa de León y no ejerció en la calle sino en sitios acomodados.

No obstante, es cierto que tiende a creerse que mientras hay una prostitución cómoda, agradable, "buena", también existe otra más dura, penosa, "mala" y que aquellas trabajadoras que dan la cara públicamente forman parte de una exigua minoría que no es representativa. Ciertamente la prostitución no es un fenómeno homogéneo sino todo lo contrario, sin embargo experiencias positivas y negativas las hallamos en todas sus manifestaciones. Hay tanto prostitutas de calle como de alto standing favorables al reconocimiento legal del trabajo sexual, y en contra sucede lo mismo. ¿Cuál sería la proporción? En base a mi experiencia, en ambos grupos la corriente pro regulación sería la claramente predominante si bien -al contrario de lo que suele creerse- el mayor porcentaje se daría entre las de calle que son las que sufren mayores abusos (como apunta Angélica en el video y las entrevistas que reproduzco).

La intervención de la señora Villalón se enmarca dentro del Foro Trabajo Sexual y Trata de Personas que se celebró en Lima (Perú) el 7 de Julio del 2009. Pueden ver al resto de ponentes en youtube, toda la conferencia fue colgada por la congresista Doña Rosario Sasieta Morales (quien también habla en el video). Veamos qué nos cuenta y paso a comentarlo.




Uno de los aspectos más llamativos cuando se aborda el tema de la prostitución es la escasísima atención que se le presta a la voz de las prostitutas (y no digamos ya a los clientes, que somos los parias entre los parias). Cada año se celebran un buen número de charlas que excluyen por completo a los trabajadores del sexo... y eso que no les costaría contar con alguno/a que les respaldara, pues tengo constancia de varias chicas (entre ellas una que fue buena amiga mía) que son informantes de la policía y, del mismo modo que testifican lo que les ordenan en los juicios, podrían apoyar las tesis anti-prostitución en cualquier foro. De prostitución hablan muy poco las prostitutas y otras personas vinculadas con su mundo, y mucho personas ajenas al mismo. Ya es hora de que rompamos con esta dinámica de una vez por todas. Da igual si como Sonia atacan la prostitución o como Angélica la defienden, no pueden seguir siendo excluidas del debate público. ¿Por qué lo han sido hasta ahora? Pues por una parte porque ellas mismas no quieren dar la cara, saben que van a pagar un precio muy alto, y por otra porque lo que cuentan resulta muy incómodo y perjudica gravemente a los poderes establecidos como podemos ver.

Si pretendemos que el trabajo sexual sea aceptado no podemos trabajar únicamente en el frente institucional, sino asimismo en el social. Es incuestionable que el desprecio y rechazo hacia las prostitutas no es un invento de los políticos, sino que cuenta con un amplio apoyo por parte de importantes sectores de la población. Hace falta que les hagamos entender lo que dice Doña Rosario, que merecen el mismo respeto y la dignidad que disfrutamos el resto de las personas, que deberían tener idénticos derechos civiles y laborales, y que son personas y madres al igual que otras mujeres. El hecho de que realicen otro tipo de trabajo no las hace menos, no las convierte en "lacra" o "basura" como apunta Doña Angélica.

Éste es el gran problema de la prostitución: el estigma social que afecta absolutamente a todas las prostitutas, las "vejaciones y humillaciones" por las que pasan y no precisamente por los clientes (en su mayor parte), sino por esa sociedad bienpensante, para mí cateta y marujil, que prejuzga a las personas. Angélica cobró conciencia de ello y decidió poner fin a esta serie de prejuicios de la única forma que sabemos: hablando en público, dando la cara, mostrando que están tan extendidos como equivocados. Nos ven como bichos raros, y si nos ocultamos en vez de combatir el estereotipo lo alimentamos.

Cada vez más prostitutas están dando la vuelta al desprecio social que han venido sufriendo, reivindicando su estilo de vida y afirmando estar orgullosas por combatir un modelo de sexualidad que pretendía controlarlas. Si estoy con putas es precisamente porque son las personas más libres e independientes que conozco.



Todos los abusos que se perpetran contra ellas vienen legitimados por esta concepción de que no sólo son "distintas" al resto sino que también son INFERIORES. Más que como delincuentes se las trata como apestadas: como a los negros en Mississippi en la época de la segregación, los judíos en la Alemania nazi o los padres de los chavales en Cataluña y Baleares que quieren que sus hijos estudien en español. Lo de la delincuencia o las enfermedades no son más que justificaciones para excluirlas, la decisión de botar "la lacra a la basura" ya está tomada de antemano. Así como históricamente la raza, la religión o la lengua han sido instrumentalizados para la discriminación (expresamente prohibida por el artículo 14 de nuestra Constitución), también lo ha sido la orientación sexual (caso de los homosexuales) o el desempeño de determinados trabajos (más que ningún otro la prostitución, pero también existen prejuicios contra los tenderos chinos o los vendedores a domicilio, por ejemplo). Este tipo de xenefobia contra las prostitutas debería ser combatida por los poderes públicos, pero en la realidad lo que sucede es que -como en los casos citados anteriormente- son los gobiernos los que promueven, alientan y fomentan el desprecio y la discriminación existentes contra este colectivo.

¿Cuáles han sido las preocupaciones, hasta el momento, de las autoridades? Como explica la presidenta de "Miluska Vida y Dignidad" nunca las han tenido en cuenta a ellas, las políticas públicas siempre han ido dirigidas a beneficiar al aparato de la administración frente a la ciudadanía. Por una parte se han tomado medidas de "orden público"  como apartarlas para que no las vean recluyéndolas en una zona determinada. En hacer "ghettos" de putas, vaya. Siempre me ha hecho mucha gracia ese término empleado en latinoamérica de "zonas de tolerancia"... ¿qué significa, que el resto de la ciudad es una ZONA DE INTOLERANCIA?

Otras han sido las "políticas sanitarias" que enuncia, y que básicamente consisten en obligarlas a pasar controles venéreos para permitirlas trabajar. Observen que lo dice una prostituta de calle, no sólo tienen que pasarlas en los clubs o pisos. Como vengo denunciando reiteradamente, muchos ayuntamientos incurren en la práctica ILEGAL de efectuar estas pruebas médicas forzosas sin contar con respaldo legal alguno. Que bueno, es algo que beneficia a las chicas y que tiene su razón de ser pero que deberían establecerlas en una ordenanza municipal y no como sucede ahora. En muchos países las chicas han de llevar una cartilla sanitaria al día, aquí en España ese control lo llevan a cabo los servicios sanitarios municipales a pesar de no estar autorizados a hacerlo por norma alguna.

Manifestación en Barcelona el pasado mes de Abril en la que las trabajadoras del sexo protestaban contra el "acoso policial". En España la prostitución, en principio, no es delito. Pero en la práctica la administración las ha convertido en delincuentes, particularmente a aquellas que ofrecen sus servicios en la vía pública. Al igual que Ángela, muchas mujeres con las que he hablado afirman tener que "pagar cupos" a la policía para que no las cierren sus sitios de trabajo o se las lleven detenidas bajo las más diversas excusas (robo, tenencia de drogas, prostituir a otras chicas... el caso es amenazarlas para que paguen). Es como cuando cuenta lo de los condones, el asunto no es tenerlos o dejarlos de tener sino que buscan cualquier justificación para extorsionarlas.



Finalmente, aunque debería decir primeramente, el aspecto que más ha interesado históricamente a nuestras autoridades ha sido el fiscal. El recaudatorio, llevarse la pasta, meternos la mano en el bolsillo. Por eso digo que es el primordial, el fundamental, el clave. Ahí tienen a esta señora declarando abiertamente que "aquellas personas que tendrían que darnos seguridad ciudadana muchas veces son quienes nos extorsionan, quienes han visto históricamente de nosotras su caja chica". No lo puede decir más claro, cada vez que una prostituta callejera abre la boca indefectiblemente trata el asunto de las extorsiones y abusos policiales. Ahí encuentran ustedes el por qué de la falta de regulación de este sector y la causa última de que desde las instituciones se las acalle. En todas las zonas de prostitución callejera que conozco en Madrid las chicas han de pagar un canon a la policía para poder trabajar, presumiblemente suceda lo mismo en otras zonas de España y, como nos cuenta Angélica, también en Perú (de hecho Sonia Sánchez o Sandra Cabrera de Argentina nos cuentan exactamente lo mismo, por lo cual deduzco que no son situaciones aisladas sino bastante corrientes).

Esto me lleva al asunto de la trata, del que también habla Angélica. Denuncia la confusión que se promueve desde la propia administración para así perseguir al tráfico de personas, incluso cuenta el caso de sus amigas que fueron a Alemania y las deportaron como víctimas de trata. Como he aseverado en tantas ocasiones, no conozco un sólo caso auténtico de trata. Sin embargo sí he constatado cómo bajo esta justificación se arresta, encierra y deporta a muchas personas que vinieron voluntariamente a nuestro país. Si lo piensan un poco es de locos, pagamos altísimos impuestos a un sector público que no sólo no resuelve nuestros problemas sino que los causa y cuando actúa sus intervenciones resultan contraproducentes.

Por supuesto, con las medidas que propone todo esto podría evitarse. Gracias a un reconocimiento legal se disminuiría el poder de las mafias, otorgándolas la residencia se impediría su deportación y, sobre todo, se disminuiría la corrupción pues así los agentes del orden no tendrían mecanismos para extorsionarlas. Perfecto. ¿Entienden por qué no se hace? Me recuerda a esa famosa viñeta de El Roto en la que un político le dice a otro: ¿Sabes lo que hay que hacer, verdad? Bien, pues que NO se haga. Todos los partidos importantes son reacios a regular la prostitución por la misma razón que defienden las listas cerradas y bloqueadas, la politización de la justicia o el Estado de las Autonomías: supondría una merma de su poder. Por ese motivo es IMPOSIBLE que recojan nuestras reclamaciones, únicamente podemos hacernos escuchar accediendo a partidos que naden contracorriente y que sean profundamente críticos con la corrupción del sistema (estilo P-Lib o Ciutadans).

En esta divertida viñeta, la ex policía y ex prostituta Norma Jean Almodovar representa con mordaz sagacidad la política que siguen frente a la prostitución los cuerpos y fuerzas de seguridad de muchos países: mientras en su discurso aseguran "rescatar a las mujeres de la explotación", en realidad lo que hacen es detener a mujeres completamente inofensivas empleando además medios totalmente desproporcionados. Varias chicas que conozco, con quienes he perdido el contacto aunque espero que estén bien, han sido llevadas a prisión de esta manera.



En lo que respecta al contenido concreto de una regulación, es de lo más sencillo. Como indica esta excepcional mujer una vez que se reconozca la prostitución como un trabajo IGUAL a cualquier otro, se podrían acoger a la normativa laboral existente. No es nada especial, no son unas antisistema que quieran subvertir el orden social sino jugar con las mismas cartas que todos los demás (incluyendo el pago LEGAL de impuestos, pues como he mencionado ya los abonan pero ILEGALMENTE). ¿Oyeron? Las prostitutas desean acogerse a derecho, porque entienden que en cualquier democracia la ley es un contrapeso frente a los excesos o arbitrariedades del poder. Una regulación, como declaró en su día la ex presidenta de la CAM Esperanza Aguirre, serviría principalmente para evitar que estas personas estuviesen explotadas. ¿Y qué quieren nuestros actuales gobernantes? Pues deshacerse de incómodas leyes que les limiten y quitarse de encima al estorbo de Espe, una política que quería poner al poder público al servicio del ciudadano cuando ellos lo que desean es que seamos súbditos de la administración.

Esta falta de reconocimiento desde las instituciones manda un mensaje a la sociedad y refuerza las sanciones sociales existentes. Sucede exactamente lo mismo que con los homosexuales: hace años tenían que esconderse, que llevar una doble vida, sabían que nadie los aceptaría. Pero el problema no estaba en ellos, no eran unos invertidos asquerosos indeseables, sino en la persecución legal y la intolerancia social. Una vez fueron cambiando las leyes y las costumbres sociales se vio que no había problema alguno en que dos personas del mismo sexo se acostasen. Tampoco espantaban a los niños ni causaban la menor molestia. Ellos no eran quienes debían ser excluidos, a quienes había que perseguir era a los intransigentes que les repudiaban. En la actualidad ya no está tan mal vista la homosexualidad (claro, depende en qué círculos nos movamos), sino que a quien se señala con el dedo es al homófobo. Pues este mismo camino de aceptación social es el que nosotros estamos dispuestos a recorrer, haciendo ver que las prostitutas "somos madres de familia, somos esposas, somos hijas, somos ciudadanas... vivimos en esta misma sociedad, tenemos que empezar a ser tolerantes y a convivir en esta sociedad"En estos momentos, la principal causa de exclusión social de las prostitutas es la negativa a aceptar esta actividad como un trabajo. Si, señora Rosario, claro que hace falta "esbozar los principios del cambio de la visión que se tiene de las trabajadoras sexuales en la sociedad". Precisamente para eso queremos un cambio en la legislación, porque nada es más didáctico que si ustedes como representantes de la ciudadanía aceptan a las trabajadoras sexuales reconociendo la actividad que desempeñan. En este punto las abolicionistas nos han tomado ventaja y tienen muy claro hacia dónde han de ir dirigidos sus esfuerzos (claro que a ellas la sociedad civil jamás les ha importado un bledo, son de las que prefieren vencer a convencer).

La protagonista de esta entrada cuenta que decidió llamarse Ángela y no Jennifer tras una agresión policial. La historia que relata sobre un policía que la arrastró y luego sus compañeros se burlaron de ella es muy común, puesto que en la práctica existen muy pocos medios de controlar la actuación de los efectivos policiales y ante una ilegalidad los agentes se encubren entre sí (un compañerismo mal entendido). Las chicas me han contado cómo han sido violadas, robadas o agredidas por los uniformados, lo cual sale muy poco en los medios. En cambio sí que es noticia cuando atrapan a alguna "mafia", por lo general familiares o allegados de la chica a quienes imputan cargos por proxenetismo cuando la mujer no se aviene a pagarles la cuota que la demandan.



¿Qué propuestas prácticas pueden hacerse? Pues en principio lo de la zona de tolerancia, como he comentado con anterioridad, no me agrada particularmente. Pero entiendo que tanto a muchas chicas como a las autoridades les parezca una solución de compromiso aceptable y es que tiene varias ventajas: uno ya sabe donde tiene (o no tiene) que ir, existe una serie de infraestructuras (picaderos) necesarias para el ejercicio de su actividad y en una zona centralizada es más sencillo proveer a las chicas de los servicios sanitarios pertinentes (controles de ITS) a la vez que efectuar el cobro de las tasas municipales correspondientes (que se puede hacer legalmente, como en Bonn en Alemania). Desde luego me opongo frontalmente a que se obligue a ejercer en sitios cerrados, ya que como apunta Ángela eso "sería un instrumento para que la policía golpee o meta presas a las compañeras de la calle". Han de coexistir ambas modalidades de prostitución, una discreta y otra más visible porque conllevan CONDICIONES DE TRABAJO diferentes. A mí, por ejemplo, no me gusta nada la prostitución en sitios cerrados. En un piso se va a tiro a fijo: pasan las chicas, eliges a una y pagas por el tiempo/servicios que desees contratar. Lo que me presta es hacer vida con las chicas, estar con ellas, conocerlas... cosa que ahora tampoco puedo hacer porque a consecuencia de denunciar públicamente las malas praxis policiales estoy requetefichado y cualquier chica que esté conmigo se metería en un problema serio.

¿Qué zona sería perfecta, con limitación de zonas y horarios, alejada de las viviendas, colegios e Iglesias? Pues un parque, claro. Pero han de ser parques pequeños, controlados, no puede ser un espacio muy amplio como la Casa de Campo porque en ese caso al haber muchas prostitutas la labor recaudatoria de las fuerzas policiales se complica en exceso. En un piso, donde hay unas 4-8 chicas, sólo han de "negociar" con la dueña. En un puticlub, en el que hay más de 20 y pueden llegar fácilmente al doble, únicamente tratan con el propietario y le cobran en función del número de chicas o de habitaciones. En cambio en la calle han de efectuar el cobro una a una (excepto si las chicas tienen chula, a las cuales ya podrían grabar los periodistas en vez de a las chicas), lo cual resulta sumamente engorroso. Fue esa la razón de mayor peso para que se cerrase la Casa de Campo, y es que se prefiere la prostitución en locales con muchas chicas donde poder sacar tajada con mayor discreción, rapidez y seguridad.

Para quien quiera saber más de esta valiente mujer, he añadido un par de entrevistas que la realizaron y donde profundiza en los motivos que la llevaron a ejercer la prostitución, los problemas que ha enfrentado durante estos años (la policía trató de asesinarla, como a Sandra Cabrera) o por qué se ha rebelado frente al rechazo social que padece. También quiero agradecerle a la diputada Sasieta que se haya acercado a conocer este tema, espero que siga hablando con más prostitutas (y clientes y dueños de lupanares) porque la veo con muchas dudas, y muy inocente.

Y por supuesto gracias a todos los que me estáis leyendo, este interés que mostráis ya es muy importante.



· Orgullosa de ser trabajadora sexual

Luis Lagos, Revista Generación - 10/06/2010



Angélica Villón es presidenta del Movimiento de Trabajadoras Sexuales del Perú y de la Asociación de Trabajadoras Sexuales "Miluska Vida Y Dignidad". Antes fue simplemente Jennifer, una mujer que ofrecía sus servicios sexuales en las calles y sorteaba la represión policial. En esta entrevista nos cuenta como se inició en el penoso y duro camino de la prostitución y su impresión de lo que significa ser una trabajadora sexual.

-¿Como fue su niñez? 
A mí me criaron como si yo tuviera la culpa de todo, me dijeron que yo tenía que servir a un hombre, pertenecer a él y no tenía derecho a nada por mi condición de ser mujer. Mi padre es muy machista.

-¿Cuándo empezó a ejercer el meretricio? 
Desde los 17 años. Mi padre me botó de la casa porque había quedado embarazada. Tuve que salir para evitar sus agresiones y proteger mi embarazo. Me convertí en madre soltera y tuve que mantenerme sola.

-¿Qué hizo entonces? 
Me dediqué a ayudar a los ambulantes y también trabajé como empleada del hogar durante dos meses. Cuando di a luz en Piura en el año 1982, mi hijo se enfermó del estómago y se empezó a deshidratar. Estaba desesperada. No tenía dinero para comprar los medicamentos. 

-¿Alguien le ayudó? 
Había una chica que me ayudaba. Yo sabía que ella era trabajadora sexual pero lo que me daba no me alcanzaba y me dijo que tenía que trabajar.

-¿Qué sintió cuando comenzó a trabajar como prostituta? 
Yo quisiera contarte que fue lo que sentí cuando entré por primera vez a un burdel. Cuando la “mami” me invitó a iniciarme, me horroricé de ver a mujeres exhibiéndose. Me asusté y me dije: “Esto es pecado, yo no puedo pecar. Yo no voy a ser una mujer sucia”. Di media vuelta y salí rumbo al hospital. Luego el doctor me pidió las medicinas para mi hijo, pero como yo no las tenía me dijo que mejor me lleve a mi niño a morir a mi casa porque ese espacio que mi hijo estaba utilizando lo necesitaba para un niño que sí se podía salvar.

-¿Eso le dijo el médico? 
Sí, eso me dijo. ¿Tú te imaginas lo que yo sentí? Entonces regresé al burdel y me dije: “A partir de este momento no creo en Dios, porque si no creo en Dios, no soy pecadora y no tengo que sentirme sucia”.

-Habían otras opciones, ¿por qué eligió la prostitución? 
Trabajé como empleada del hogar pero no me gustó. Trabajaba las 24 horas del día. Podía haber vendido frutas en la calle, pude haber lavado ropa, pero al final de cuentas escogí el trabajo sexual. La trabajadora sexual tiene la ventaja de que recibe el dinero inmediatamente y eso te ayuda a cubrir necesidades que en ese momento para mí eran muy importantes. 

-¿Lo hacía solo por necesidad o también le gustaba el tipo de trabajo? 
Era muy joven para entenderlo. Yo vivía sola, en extrema pobreza y en ese momento decía que lo hacía por necesidad. Era muy niña e inmadura para entender estas cosas.

-¿Le molesta que le digan puta? 
Puta es una mujer que ejerce su sexualidad tan libremente como la vive el hombre. En cambio, una trabajadora sexual es aquella mujer que cobra por sus servicios que no la exime de “tirarse una canita al aire” con cualquier persona. Una puta no necesariamente es una trabajadora sexual.

-¿Que diferencia encuentra entre las prostitutas de antes y las de hoy? 
La prostituta de antes estaba muy explotada por los “cafichos”, también desconocía sus derechos y pensaba que tenía que ser violentada, fastidiada por su trabajo; por eso las prostitutas tienen una coraza porque crean resentimiento. La mayoría de las prostitutas de ahora ya no dependen de un “caficho”, de un marido explotador; ahora forman parte de un matrimonio y aportan a la familia como una pareja común porque hemos luchado para ganar derechos.

-¿Tuvo problemas con algún caficho? 
Bastantes. Aunque no directamente porque yo estuve casada 11 años con un marido al cual tenía que mantener; sin embargo, él me protegía y nunca me golpeó ni me exigió que le diera dinero. Su aporte fue ayudarme a criar a mis hijos.

-¿Cuántos hijos tiene? 
Tengo cuatro hijos, de 27, 25, 23 y 13 años, y un ahijado de 13 a quien protejo y adoro.

-¿Se siente bien al saber que sus hijos saben que es prostituta? 
Por supuesto. Me siento muy orgullosa. El día que yo decidí aceptarme a mí misma me di cuenta que era el primer paso para que los demás me acepten. Una vez, unos primos de mi hijo lo citaron solo para preguntarle ¿qué se siente ser el hijo de la mayor prostituta del Perú? Querían burlarse de él pero mi hijo está preparado para esto y solamente les respondió: ¿para esto me han citado?

-¿Está de acuerdo con la prostitución callejera? 
Sí, porque la persona está ejerciendo su derecho al libre tránsito. Pienso que hasta que no se ordene la prostitución y no se reconozcan los derechos de las trabajadoras sexuales esto va a continuar así. Puede haber personas a quienes no les guste esto pero las calles no son de nadie y además nosotras no realizamos el servicio sexual en la calle.

-Es complicado entender esta forma de ejercer su trabajo. ¿No cree? 
Es que está mal visto por una connotación moral y religiosa, pero esto es muy subjetivo y se usa para justificar toda la represión policial y la violencia a la que estamos sometidas y el daño moral y psicológico que nos hace la sociedad y también los medios al criminalizar el trabajo sexual.

-¿Cuando una mujer se está iniciando en el trabajo sexual, la anima o le dice que busque otro camino? 
Yo la animo a que sea feliz, a que su autoestima suba. La animo a que dé los pasos necesarios para lograr sus objetivos. No fomento el trabajo sexual.

-¿Todavía ejerce el meretricio? 
Hace 13 años que no soy trabajadora sexual. Yo les digo ahora a mis compañeras: “Ustedes tienen mucha suerte porque cuando yo trabajaba y me pasaban cosas terribles por ser una puta, nadie me dijo que tenía derechos”.

-¿Se arrepiente de algo? 
Me arrepiento de no haber tenido el valor suficiente para reaccionar cuando las personas se aprovecharon de mí y me violentaron. Me consuelo al saber que Dios me dio la oportunidad de salir adelante después de haber pisado fondo y pensar en quitarme la vida. De esa desgracia salió mi fortaleza con la cual vivo ahora orgullosa al lado de mi esposo y mi familia.



· “Ya no espero clientes en las calles ni en prostíbulos, pero regresaría para ayudar a mis compañeras del movimiento de trabajadoras sexuales” 

Sofía Pichihua, Peru21 - 14/02/2012



Ingresó al mundo de la prostitución por necesidad y decidió quedarse por propia voluntad. La presidenta del Movimiento de Trabajadoras Sexuales del Perú publicará en marzo un libro sobre sus incontables experiencias.

¿Por qué escogiste ser una trabajadora sexual? 
Cuando tenía 17 años, mi bebe, de un mes y medio, enfermó. Su papá, un cobrador de combi que me llevaba más de 23 años, nunca se hizo cargo de él. No tenía otra opción. Me olvidé de Dios al pisar el prostíbulo Cinco y Medio.

¿Tu familia no te ayudó? 
Escapé de mi casa antes de que mi padre se enterara de que estaba embarazada. Él era capaz de hacerme abortar a golpes.

Tu autoestima estaba por los suelos… 
Sí, y confié en el primero que se me acercó. No tenía experiencia, era una niña. Luego trabajé de nana en la casa de una amiga bailarina. Cuando mi bebé tuvo problemas en el estómago, le pedí ayuda. En ese momento me contó que, en realidad, era una prostituta.

No te echaste para atrás… 
No podía. Mi hijo se moría. Me consolaba diciendo que los hombres que venían a “comprar mi cuerpo” –antes hablaba de esa forma, ya no– cometían doble pecado.

¿Crees en Dios? 
Me he reconciliado con Dios, pero no creo en la religión.

¿El trabajo sexual no fue una alternativa temporal? 
Eso pensaba, pero entre todos los trabajos que hice, el que más me gustó y se acomodó a mi ritmo de vida fue el de prostituta. Tenía dinero para dar de comer a mi hijo y para estudiar. Recién a los 19 años terminé la secundaria.

¿Qué fue lo primero que viste al entrar al prostíbulo? 
Fue un shock. Yo nunca había visto un pene. Cuando estuve con el papá de mi hijo, él apagó las luces y todo ocurrió bajo la sábana. Al entrar al burdel, encontré a mujeres desnudas, con el calzón en el trasero. Lo veía grosero, vulgar.

¿Cómo te vestías? 
No hice lo mismo. Siempre usaba minifalda y un escote. La ‘mami’ me pidió un nombre de trabajo. Me acordé de una vecinita antipática y le respondí: “Me voy a llamar Jennifer”. Luego pensaba: “Ahora esa tendrá nombre de puta” (risas).

¿Siempre te han llamado así? 
No, solo hasta cuando me acepté. Me di cuenta que no tenía que renunciar a mi identidad porque ser trabajadora sexual es mi derecho, mi trabajo. Si cobro o lo hago gratis no es problema de la Iglesia, de la municipalidad ni de nadie.

¿Cómo fue que llegaste a esa conclusión? 
Cuando comencé en el activismo, en el 2000. Yo dejé el Cinco y Medio porque había mucha explotación. Trabajaba en la Carretera Central. El dueño se enojó y la Policía hacía operativos en la calle. Un alférez me golpeó. Mis piernas terminaron destrozadas. Nunca había pasado tanta humillación. Me sentí más chiquita que un microbio.

¿Lo denunciaste? 
La encargada de la Auditoría Interna de la Policía sacó 25 soles de su cartera para que el médico legista pudiera revisarme. Estuve 15 días sin moverme.

¿Fue sancionado? 
El alférez me rogó para que quitara la denuncia porque no lo iban a ascender. Me negué y lo castigaron. “¿Cómo se te ocurre? Nosotros somos putas, solo la gente decente puede denunciar”, me decían mis amigas. “Pero yo soy una puta decente”, les respondí porque yo no hago daño a nadie. 

¿Recibiste amenazas? 
Sí, pero fue por otra denuncia. Le conté a un general que sus subordinados cobraban cupos. Era una mafia. Me dispararon dos veces y me salvé. Tuve que esconderme en provincias durante dos años.

Luego creaste una agrupación 
En el 2002 fundé Miluska, Vida y Dignidad. En el 2009, varias organizaciones formaron el Movimiento de Trabajadoras Sexuales del Perú. Me eligieron como su presidenta y viajo a eventos y capacitaciones.

Y también participaste en las reuniones que organizó la Municipalidad de Lima… 
Sí. Esperamos que estas se retomen porque aún no se ha decidido nada. No queremos una ‘zona rosa’ lejos de la ciudad. Se requieren ‘zonas de trabajo’ en varios lugares. Pero antes se debe reconocer el trabajo sexual.

¿Hace cuánto que no ofreces servicios sexuales? 
Hace 15 años, cuando nació mi cuarto hijo. Aunque puedo regresar para ayudar a mis amigas. Hace dos años hice una convocatoria por un día. Terminé inflamada (risas). Aunque ya no lo ejerza, eso no significa que deje ser una profesional del sexo.

¿Tienes pareja? 
Suelo estar sola. Si un hombre se enamora de mi, entra en conflicto porque no acepta que haya ofrecido servicios sexuales.

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